Todo
el episodio es grotesco y nos arranca una de esas carcajadas seguidas
de mucha tos que suenan a cascajo y desesperación. El asunto comienza
con unos aspirantes a maestros que a duras penas podrían llevar las
cuentas de un figón con tiza sobre barra. Una vez constatan los
examinadores (a quienes ya me gustaría examinar) que no pasa el examen
ni el veinte por ciento, deciden publicar algunos de los disparates más
atroces para que la población en general se haga una idea del nivel
educativo del país.
Bueno, no era necesario. Hace veinte años que los profesores, no de
primaría sino de universidad, venimos diciendo que habría que publicar
los exámenes de los actuales universitarios para que la población se
percatara del grado de analfabetismo que hemos alcanzado con tanto
esfuerzo y solidaridad. Seguramente sería inútil porque a la población
no solo no le parecería una monstruosidad sino que incluso se
maravillaba de lo mucho que saben los universitarios. El caso es que las
propias autoridades administrativas, rectores y demás personal
imprescindible, siempre han prohibido la divulgación del genocidio
educativo que ha tenido lugar en España en los últimos veinte años, por
lo menos.
Ea,
pues tenían toda la razón los burócratas: una vez publicados los
resultados, de inmediato los sindicatos de la educación, principales
causantes del subdesarrollo pedagógico hispano, han saltado como un
resorte, se han indignado, amostazado, enrabiado y amenazan y denuncian.
Dicen que publicar esos horrores significa humillar a los profesores y
maestros. En realidad, como es lógico, los que humillan a profesores y
maestros son esos aspirantes beocios convencidos de que su ignorancia es
un mérito para llegar a profesor en España, pero los sindicatos es que
son muy sensibles.
A
los sindicatos parece como si les gustara, como si prefirieran ese tipo
de maestro totalmente en blanco, sin el menor conocimiento, con el
cerebro lobotomizado. Es posible que así se lo parezca porque ellos, los
que amenazan y denuncian, se sienten hermanados con los analfabetos
eufóricos. Porque si no, no se comprende que los sindicatos de la
educación (insisto, de la educación) quieran humillar a profesores y
maestros exigiendo la ocultación de los inútiles, de los pícaros, los
majaderos, los enchufados, los atontados, las nulidades a quienes se
precipitan a proteger
¿Pero
qué idea de la educación ha acabado por imponer esta falsa izquierda
obsesionada por defender sus intereses burocráticos, sus chanchullos,
sus subvenciones, sus privilegios, y a la que estar en el último lugar
de la comunidad europea en educación les parece haber alcanzado el mayor
premio de su carrera?
Seguramente mantienen la misma opinión, en verdad surrealista, que una tal María Antonia, la cual, en sus mensajes electrónicos, escribió que enseñar los ríos españoles a los estudiantes es puro franquismo. Y
que lo que habría que enseñarles es lo de “las fosas”. Textual.
Posiblemente alguien debió decirle a esta buena mujer que lo de las
fosas era hablar con excesiva claridad sobre el nivel intelectual del
partido y entonces borró esa parte. Pues bien, la tal María Antonia ha
sido ministra de vivienda de Zapatero. Voy a repetirlo:
ministra de Zapatero. Que Zapatero nombrara ministros (y ministras,
claro, como dice Santiago) con semejante dotación intelectual lo dice
todo sobre este esperpento de país.
Porque
estamos hablando de lo que se supone que es la izquierda, aquella
ideología que impulsaba el estudio, la cultura y la enseñanza de calidad
a quienes más lo necesitan, que protegía al trabajador y ayudaba al
talentoso persiguiendo al mentecato. Que veía en la enseñanza el
instrumento de superación esencial de los explotados, sin el cual no hay
izquierda que valga.
En
consecuencia, una de dos, o sindicatos y exministros (o exministras) se
han pasado a la derecha extrema, o están dispuestos a hundir este país
con tal de mantenerse con los sueldos que tan generosamente les pagamos.
1 comentarios:
Muy objetivo y comedido el artículo..donde estaríamos sin Felix...?
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