No voy a entrar en la polémica sobre su corrección, sino en la naturaleza misma de la prueba de este año. No puedo decir que las pruebas me desagraden, ni éstas, ni las PISA (suelen ofrecer un índice bastante ajustado del nivel real del alumnado): ya se ha repetido hasta la saciedad que España, y, en concreto, Andalucía se sitúa en el furgón de cola de los países -regiones- desarrollados en cuanto a su competencia lingüística y matemática, pero a nadie se le oculta que ésta es la realidad. Las Pruebas de Diagnóstico no me convencen, puesto que no son puramente objetivas, no así las PISA, ya desde el momento en que la corrección es encomendada al profesorado del centro; si Delegación encargase a una empresa su confección y mecanismos de puesta en marcha y corrección, nos obligaría a todos a tomarlas más en serio. Aun así, me gusta la estructura de la prueba: comprensión auditiva, comprensión lectora, expresión escrita y pequeñas cuestiones gramaticales/semánticas; se trata, en definitiva, de tratar la lengua propia como se hace con las lenguas extranjeras, y me parece un criterio acertado: menos conocimientos gramaticales/sintácticos/teóricos lingüístico-literarios y más práctica real de la lengua viva y del comentario y composición de textos.
Ahora bien, la actividad que este curso se presentaba al alumnado para la comprensión auditiva ha resultado lo más lamentable que uno ha presenciado para esta clase de ejercicios en su trayectoria de profesor (que incluye muchas actividades de este tipo, por ejemplo pruebas para la obtención del Diploma de Español del Instituto Cervantes). Se trataba, esta vez, de un canción de Chambao, "Papeles mojados"; por culpa de la dichosa manía de extraer material, como sea, con temática andaluza, este año han llegado a colocarnos a todos ante una canción bastante incomprensible (por dicción y rasgos andaluces). Tres actividades medían la comprensión auditiva; a falta de los resultados finales, uno ya ha hecho medias de las pruebas que le ha tocado corregir, y esta destreza sale malparada, y no por la incompetencia del alumnado -desde el departamento de lengua venimos insistiendo desde hace tiempo en trabajar con los niños este aspecto-, sino por la incompetencia manifiesta del encargado de elaborar una actividad con una canción casi ininteligible en su letra. Ya me puedo imaginar los resultados finales; menos mal, y asumo el riesgo antes de conocer las conclusiones finales, que la comprensión lectora y la expresión escrita no han salido mal del todo, teniendo en cuenta el alumnado con el que nos encontramos.
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